Grilletes de seda
Una buena manera de ordenar nuestra
comprensión de cualquier organismo vivió consiste en imaginar, con algo más que
licencia poética, que este ser se enfrenta aúnan cadena de problemas o tareas.
Primero planteamos el problema inicial y después pensamos en soluciones
posibles que tenga sentido. Con frecuencia esto nos permite reparar en un nuevo
problema al que se enfrentan los animales de dichas especies, y la cadena
continua.
Nuestra tarea fundamental consiste en
encontrar un método eficiente para
capturar insectos. Una posibilidad es la solución del vencejo: echarse a volar
como las propias presas, surcando el aire a gran velocidad con la boca abierta
y valiéndose de unos ojos penetrantes para apuntar con precisión. Este método
funciona para vencejos y golondrinas, pero absorbe una costosa inversión en
equipos de vuelo y maniobrar a gran velocidad, así como un sistema de dirección
de alta tecnología. Lo mismo cabe decir de la solución del murciélago,
equivalente nocturno del vencejo, que utiliza ecos sonoros en lugar de rayos
luminosos para guiar el misil, el alcance del de la lengua del camaleón le
permite capturar una mosca situada en un radio comparable a la longitud de su
propio cuerpo. Uno pensaría que este diseño podría mejorarse alargando aún más
el radio de captura. Pero la construcción y mantenimiento de lenguas y brazos
mucho más largos que la longitud del propio cuerpo tendría un coste prohibido:
las moscas adicionales que pueden capturarse no compensarían este coste extra.
¿Podemos idear una manera más barata de ampliar el alcance o radio de captura?
¿Por qué no construir u8na red? Las
redes tienen que estar hechas de un material que desde luego no será gratuito,
pero, a diferencia de la lengua del
camaleón, el material de la red no tiene que moverse, de manera que no requiere
un tejido muscular voluminoso.
Puede hacerse más tenue que el de las
gasas, y cubrir así un área mucho mayor a bajo coste. Nada impide que la red
ocupe una superficie 100 veces mayor que la del propio cuerpo sin dejar por ello de estar formada con secreciones
granulares comparativamente baratas.
La seda es un producto muy extendido
entre los artrópodos, las orugas rama se amarran a un árbol con una nunca hebra
de dicho material, las hormigas tejedoras cosen hojas utilizando la seda
segregada por las larvas, que sostienen entre las mandíbulas como lanzaderas
vivientes, muchas orugas se envuelven en el capullo de seda antes de
metamorfarse en el adulto alado. Pero por mucho que nuestra industria sedera se
base en estos gusanos, la más grande productora de seda del reino animal son
las arañas. Una raña tejedora típica la araña de jardín o de la cruz segrega
por sus espitas posteriores seis tipos
distintos de seda producida por las glándulas abdominales separadas, pasando de
uno a otro según su propósito.
Así pues, el hilo de seda, especialmente
adecuado para el trenzado de redes destinadas a la captura de insectos, ha
estado disponible en el antiguo de la caja de herramientas de las arañas. Una telaraña es un dispositivo de una
economía barata.
Un problema no trivial para una araña
tejedora es de asegurar que la presa, tras precipitarse en la telaraña, quede
pegada en ella. Hay dos peligros. De entrada el insecto podría rasgar la
telaraña y atravesarla o si la telaraña fuese muy elástica el insecto rebotaría
en la telaraña. Los hilos de la telaraña pueden estirarse hasta diez veces su
longitud de reposo, y vuelve a encogerse. La siguiente propiedad que requiere
la seda para no dejar escapar la presa es pegajosidad. La sustancia que reviste
la seda en el sistema de arrollamiento es, además acuosa, pegajosa. Un solo
contacto y el insecto queda adherido. Pero no todas las arañas consiguen la
consistencia pegajosa de la misma manera. Ahora bien, los filamentos pegajosos
plantean un nuevo problema, constituyen también una trampa para la propia
araña. Una solución parcial que adoptan las arañas es que algunas de las hebras
no sean pegajosas, en concreto la araña se desplaza solo por los radios
centrales.
La construcción de la tela es una rueda
completa con entre veinticinco y treinta radios que constituyen el armazón
básico de toda la estructura. Pero la telaraña sigue siendo en su mayor parte
espacio vacío, una especie de rueda fácilmente atravesarle por una mosca, la
colocación del hilo viscoso que se
encargara de atrapar y retener las
presas es una tara de precisión. El espacio de la malla debe de tener el
espacio exacto. Cerca del centro los espacios son pequeños y los radios se
refuerzan mutuamente, por lo que el peso de la araña apenas causa distorsiones.
A medida que el movimiento en espiral se aleja a la araña del centro, los
espacios entre ejes se hacen necesariamente mayores, pero este no es problema,
porque los filamentos tendidos en la vuelta previa al espiral puede ofrecer el
soporte necesario entre los huecos que se amplían.
Las líneas de espiral pegajoso, por
ejemplo representan la trayectoria de la araña mientras estaba construyendo la
espiral pegajosa. No representa la posición exacta de ninguna hebra de seda (
si lo hicieran estarían espaciadas de manera mas uniforme). En cambio están
concentradas en ondas. Lo que reflejan que la araña utilizo la espeiral
auxiliar, temporal, como soporte mientras construía la espiral pegajosa.
Estos esquemas no representan modelos
de conducta de arañas informáticas. Por el contrario, son descripciones
informáticas del comportamiento de las arañas reales.
Dentro de cada generación los genes
influyen en el comportamiento de las arañas y, por ende en el formato de la
red. Por ejemplo un gen puede controlar el ángulo entre los ejes radiales; una mutación de dicho gen cambiara el numero de radios mediante un ajuste numérico
a una regla de comportamiento en la araña.
En cualquier generación existe una
población de media docena de arañas, cada una de las cuales construye una red .
La forma de la red está regida por un cromosoma o ristra de genes. Cada gen
influye sobre una regla específica de construcción. Una proporción fija de la
población de arañas muere en cada generación y las que mueren son las que
tienen las redes menos eficientes. Las demás arañas se aparean entre si
aleatoriamente para producir una nueva generación de arañas. Aparearse
significa que los cromosomas de ambas
arañas se emparejan e intercambian una proporción de su longitud.
El proceso continúa y la población
evoluciona generación tras generación, pero con un refinamiento ulterior, así
algo parecido a la selección natural. La selección natural es un proceso
sumamente simple, en el sentido de que se requiere muy poca maquinaria para
que funcione. Desde luego sus efectos y consecuencias son complejos en grado
extremo, pero para poner en marcha la selección natural en un planeta real
todo lo que se precisa es la existencia de información heredada. Para poner en marcha un modelo de selección natural en un ordenador, ciertamente hace
falta el equivalente a la información
heredada pero además se necesitan muchas otras cosas. Se precisa una compleja
maquinaria para el calculo de multitud
de costes y beneficios, así como de las conversiones pertinentes asumidas.
Mas aun es necesario asumir una física
completamente artificial. Escogimos la telarañas porque, de todos los
dispositivos que pueden encontrarse en el mundo natural, figuran entre los mas
sencillos de traducir en términos informáticos. Alas, columnas vertebrales,
distes, garras, aletas y plumas en principio podríamos formar modelos informáticos
de todos ellos y el ordenador podría programarse para juzgar la eficiencia de
las formas variantes. Pero ello supondría una tarea de programación complicada
hasta la exasperación. Un ala, una aleta o una pluma no pueden exhibir sus
cualidades a menos que se les coloque en un medio físico (aire o agua) con
propiedades tales como resistencia, elasticidad y pautas de turbulencia, todas
ellas difíciles de simular.
Uno puede, si lo desea, pensar que los
genes de todas las poblaciones del mundo constituyen un ordenador gigantesco
que calcula costes, beneficios y conversiones monetarias.
COMENTARIO
Nos damos cuenta que el mundo de los
animales es muy complejo, aun cuando la tecnología nos da una idea de cómo
funcionan sus sistemas es difícil entender en su totalidad el comportamiento de
los organismos vivos.
Es sorprendente como el hombre ha
aprendido atreves de la observación el comportamiento de los animales y sus
entornos, aún más el cómo intenta comprenderlos utilizando programas
computacionales que proveen información acertada en este caso de la formación
de las telarañas.
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